La muñeca mágica
Érase una vez una niña que estaba
haciendo los deberes en su habitación y como tenía muchos, estaba muy cansada y
decía 1+1=… Y en ese momento oyó una voz
que le decía “2”. Ella sorprendida se giró y vio que era su muñeca. Entonces,
se asustó y se fue con su padre. Pero su padre decía que era mentira, así que
la niña fue a su habitación muy asustada, pero descubrió que ya no estaba. Siguió haciendo los deberes
y dijo 4+4… y una voz volvió a decir “8”. La niña se giró y era la muñeca,
pensó que ya que le decía las respuestas, ¿por qué se iba a chivar? Así que le
dijo a la muñeca que si le ayudaba a hacer los deberes y esta aceptó. Pero el
padre que estaba en su despacho se dio cuenta de que había otra voz que no era
la de su hija así que fue a mirar. Al ver la muñeca, el padre se asustó pero la
niña le dijo que le estaba ayudando a hacer los deberes. En ese momento el
padre pensó que ya que le hacía los deberes a su hija, a lo mejor también hacia
su trabajo. Entonces, cogió la muñeca y se la llevó a su despacho, pero cuando
la dejó encima de la mesa se quedó quieta comportándose como un peluche más. El
padre le devolvió otra vez la muñeca a la niña y la muñeca empezó otra vez
hacer sus deberes y la niña le dijo al padre: “eso te pasa por no creerme”. Y
desde ese día el padre creyó en la niña.
Érase una vez
una mujer muy mala que tenía una hijastra llamaba Sandra. Esta era muy buena y
vivía con su madrastra que le hacía la vida imposible. Sandra tenía que limpiar
y cocinar porque su madrastra le obligaba. La pobre estaba harta porque tampoco
le dejaba salir ni hablar con la gente.
Un día Sandra
decidió escaparse cuando la madrastra se fuera. Como la casa estaba al lado de
un bosque, se metió en él y se perdió. Estuvo buscando la salida, pero de
repente se tropezó con algo, miró al suelo y era una varita. La cogió y siguió
buscando la salida, pasada la hora, la encontró.
Llegó a casa y
la estaba esperando la madrastra furiosa que le echó una terrible reprimenda.
Sandra se fue a su habitación, harta de la madrastra, miró la varita y dijo:
-¡Deseo que
alguien venga a por mí y me libere de esta pesadilla!
Luego, se dio
cuenta de que pedir un deseo a una varita era una tontería, pero no, porque esa
varita era mágica.
Al día siguiente
Sandra se volvió a escapar. Esta vez, se
dirigió a un pueblo cercano a su casa. Allí conoció a un chico, los dos se
enamoraron y se fugaron juntos y dejaron a la madrastra sola mientras ellos
disfrutaban de su felicidad.
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